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Mi primera vez en el sauna alemán
Mi primera vez en el sauna alemán A pesar de que mi pareja me advirtió, no pensé que aún mantuviese rezagos de puritanismo o vergüenza por el cuerpo propio y ajeno. Una vez que entras a los vestidores, observas a todo el mundo caminar sin problema en cueros. Los más púdicos con una toalla enrollada en la cintura, por lo general los extranjeros como yo y mi pareja que se mostró más liberal que nunca. Asàque me quité la ropa y me tapé como pude el pubis y mis nalgas. Ella se tapó desde los senos y caminamos hasta la primera de las seis puertas del sauna, cada una indicaba la temperatura y si era seco o húmedo, como los baños turcos de América Latina. Entramos con algo de pudor. Sobre las gradas una señora de más de 60 estaba recostada. Sus pechos eran preciosos y contrastaba con su vientre surcado por una cicatriz enorme⦠En la otra esquina, un joven yacÃÂa boca arriba sobre una toalla gris que resaltaba más su blanco inmaculado. Los dos precian de leche. Me senté y me demoré en destaparme. Mi pito colgaba encogido y asustado, no habÃÂa rastro de la dureza y porte como cuando veo en las mañanas a mi abogada. En unos minutos salieron los dos alemanes. Y entraron dos gringas, lo supe porque se sentaron en las gradas más altas y susurraban en inglés. Ellas estaban espectaculares. ParecÃÂan modelos. Altas rubias, pero bronceadas, con pechos cimbreantes y unos culos preciosos que se antojaban firmes. Le escuché decir: esto es tan raro, varias veces y al verlas de reojo, sentadas con una expresión entre asombro y calor, no reparé que estaban con las piernas abiertas. Hasta la segunda vez que les "espié" que les vi cómo la una le acariciaba a la otra lentamente. Mi pareja creo que adivinó, porque ellas estaban justo detrás. Y me dijo ya vamos, fue en el momento preciso que mi pito retomaba algo del tamaño normal. Pensé no puedo salir con una verga de guagua... De reojo les vàotra vez, sonreÃÂan con ganas. Descansamos un rato en un lugar para solo remojar los pies en tinas con agua helada. Algo nuevo y me percaté como salieron de esa puerta en unos momentos más. Ya en detalle las aureolas de los pechos de la más rellena, por decirle algo, me sacudió. En la segunda puerta, marcaba los 90 grados. HabÃÂa un hombre gordo y calvo completamente desnudo sobre una toalla. En la otra esquina un par de jóvenes nórdicos, lo supe porque no les entendànada. ParecÃÂan pareja por lo cerca que estaban sentados. La primera en dejar las formas fue mi mujer. Se recostó sobre la toalla con sus pechos al aire. Me acordé que no habÃÂamos cogido la vÃÂspera. ÿTambién le llamarÃÂa la atención alguno de los adonis que se cruzaban? Recordé que el otro dÃÂa la sorprendàviendo el pito de un corredor que según ella andaba sin calzón ni suspensorio. En las áreas de descaso se cruzaban nódicos de todo tipo. Me sorprendió una mujer de unos sesenta años con un cuerpo espectacular, a pesar de que la piel delataba su edad, con algunas arrugas era toda erotismo. Le vi y pensé ÿqué tal será cular a la señora? Apenas terminé de imaginar la escena, ella me regresó a ver y sentàque tenÃÂa ganas en los ojos y que seguramente sin mi mujer me hubiese arriesgado a saludar. Recorrimos todas las salas del sauna. En el lugar, los cuerpos se mostraban sin pudores ni vergüenzas. Creo que yo fui el único que les veÃÂa con deseo reprimido. A ratos pregunto por qué soy tan calentón, por suerte mi cara de cura (de la cual ya he mencionado) me ayuda a pasar por un alma angelical, a pesar de que tenga en mi cabeza unas sesiones grupales fantásticas. En una de las salas de sauna, mientras reposaba desnudo entró una mujer rubia de unos 30 años, pelo corto, senos grandes y caderas delgadas. Sus nalgas se alzaban como repisas. Se sentó en la banca lateral. TenÃÂa a mi mujer en el primer nivel y en el segundo a ella. Cruzó los brazos sobre la cabeza y sus pechos se mostraron plenamente. Se adivinaban turgentes, con los pezones erectos. Cerré los ojos y me imaginé recorriendo con mis labios esos pechos, a mi lengua jugueteando con sus pezones, repasando su aureola con delicadeza. Y mientras me dedicaba a lamerlos, ella se contraÃÂa y llevaba su mano derecha a su<b> vulva. </font></b>A la par sentàun beso delicado en mi muslo derecho. Mi compañera ya lamÃÂa mis bolas y buscaba mi verga que ya estaba alzándose. Me dejé llevar, mientras ella jugueteaba con mi glande y succionaba suave y luego fuerte. Yo besaba el vientre y buscaba esa<b> vulva </font></b>rosada intensa. Apenas logré besar el monte de venus y se levantó para sentarse frente a màcon las piernas abiertas. Ella recostada sobre la pared, me tomó de la nuca y me llevó con fuerza a su entrepierna. De un solo bocado me prendàde su clÃÂtoris, mientras mi lengua le abrÃÂa sus labios menores. Se sobresaltó y la vi sonreÃÂr con cara de âÂÂdame másâ o âÂÂsi paras de matoâÂÂ. Me separé un poco y repetàmuchos cÃÂrculos alrededor de sus labios menores, mientras abajo, me chupaban el pito hasta atragantarse. A mi pareja no le atrae mucho la idea de que le laman la chucha⦠Asàque podÃÂa disfrutar sin pena de esta chica que parecÃÂa rumana por lo blanca y porque apenas le entendÃÂa lo que susurraba. Seguàlamiendo mordiendo y acariciando esa<b> vulva </font></b>nueva rosada, húmeda y caliente; casi tan caliente como el sauna que marcaba 65 grados en la puerta. Ese momento recordé que mi compañera de Lago Agrio (también rubia y que no me la pude coger por gil) decÃÂa: no hay mejor afrodisÃÂaco que un culito nuevo. En medio de la escena. Entró un hombre joven, con barba, pelo en pecho y cuadritos en la panza, su verga colgaba descuidada. Dijo âÂÂdisculpas en rusoâ e hizo el ademán de salir. Pero la chica le llamó con la mano. El subió de un salto y le puso la verga en la caraâ¦. Se le paró de inmediato y mi rumana le empezó a lamer⦠La escena parecÃÂa de ensueño, yo lamÃÂa y me chupaban la verga a gusto. Solo esperaba el momento de ponerle en cuatro y hundir mi pito mientras sujetaba esas nalgas duras. De repente, una pareja de ancianos entró y yo salàde mi sueño con el tiempo justo para tapar mi verga que ya se habÃÂa puesto tiesa. Me senté y con la toalla disimulé la erección. |
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